jueves, 24 de abril de 2014

Un paseo imprevisto

Por Franz Kafka

Ocurre algunas noches que uno, aparentemente, está absolutamente resuelto a quedarse en casa: ya se ha puesto una bata, y después de cenar se ha sentado a la mesa bien iluminada, decidido a emprender el trabajo o jugar el juego, después de lo cual uno suele irse a dormir.
Afuera el tiempo es malísimo, y lo mejor es quedarse en casa. Además hace un rato tan largo que uno está tranquilamente sentado a la mesa, que los demás se sorprenderían si uno se fuera; incluso, ya no hay luz en la escalera, y la puerta de calle está cerrada con pasador y cerrojo; pero de repente, uno - no importa todo lo que se ha dicho - es atenazado por súbita inquietud, y se quita la ropa de entrecasa para vestirse raudamente con ropa de calle. Les dice a los otros que debe salir, lo que en efecto hace tras despedirse demasiado velozmente, y luego manifiesta su estado de ánimo al cerrarla; uno se va, se va corriendo rápidamente por las oscuras calles, y se separa así de sus familiares, que se van desvaneciendo hasta la inexistencia, a la par que uno adquiere la densidad por ellos perdida, la absoluta nitidez, alcanza su total estatura.

Lo descripto es todavía más vívido si a esta avanzada hora de la noche, uno se encamina a casa de un amigo a enterarse de cómo le va.

De parábolas y paradojas,1935

No hay comentarios: