domingo, 7 de diciembre de 2008

Se entregaron los premios del concurso fotográfico del INADI

Prensa - Gacetillas
05/11/08.


"Les agradecemos por poner la mirada en aquellas cosas que otros no ven y que nosotros necesitamos hacer visible", expresó María José Lubertino, presidenta del INADI, en la entrega de premios que se realizó ayer en el Centro Cultural Recoleta. “Alegría”, de Maximiliano Udenio es la foto que resultó ganadora del concurso fotográfico “La Mirada Diversa” organizado por el INADI y la fundación “La Linterna, Ciencias Jurídicas y Sociales”. Cerca de 50 personas de Entre Ríos, Santa Fé, Córdoba, Mendoza, Jujuy, Salta, Buenos Aires y Ciudad Autónoma de Buenos Aires asistieron al acto del cual participaron la presidenta del INADI, María José Lubertino, el juez de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, Raúl Zaffaroni, quien es miembro fundador de la fundación “La Linterna, Ciencias Jurídicas y Sociales” y la diseñadora y editora Gabriela Kogan.
Al microcine del Centro Cultural Recoleta asistieron los premiados y sus familiares y amigos quienes luego de ver en un video las imágenes seleccionadas y sus autores, escucharon las palabras de Lubertino y Zaffaroni quienes resaltaron "la importancia del camino de la sensibilidad a través del arte" en la lucha contra los prejuicios discriminatorios.
Las casi 50 fotografías que fueron seleccionadas entre alrededor de 300 que se presentaron desde el 31 de marzo de este año componen un libro que fue presentado ayer y del cual la foto ganadora, titulada “Alegría” de Maximiliano Udenio de Ciudad Autónoma de Buenos Aires, es la tapa.
El jurado del concurso estuvo integrado por Lubertino; Zaffaroni; la fotógrafa Andy Cherniavsky; la diseñadora y editora Gabriela Kogan y el fotoperiodista Tony Valdez. A través de esta actividad artística se buscó despertar conciencia respecto de las situaciones de discriminación en Argentina y de la violencia que las prácticas discriminatorias producen.
La discriminación hacia los pueblos originarios, los/las adultos/as mayores, a los/las afrodescendientes, a las personas con discapacidad, a los migrantes y refugiados, por diversidad religiosa, género, juventud y pobreza fue abordada en los trabajos que se presentaron.

Fuente: PRENSA INADI

sábado, 20 de septiembre de 2008

Más y más Peter Capusotto y sus videos



El misterio continúa

Es un hecho: el parate de Peter Capusotto y sus videos fue por la influencia del Partido Comunista chino en la televisacion de los Juegos Olimpicos. Pero con mas de 2 mil clips en YouTube, un DVD editado por Sony/BMG, la repeticion en VH1 y ocho programas para disfrutar hasta fin de año en Canal 7, Diego Capusotto y Pedro Saborido lograron sortear el paro de guionistas de Hollywood, la presion de las multinacionales y la conspiracion estatal. En esta nota hablan de musica.

Por Mariano Blejman
–... algo importante en el rock es justamente la palabra que lo define; ¿qué hubiese pasado si el “rock” se hubiese llamado, por ejemplo, “blas”?

Saborido: –Es como Perón, hay que tener un apellido para que se cante.

–Juan Sasturain dice que Boca y Perón son más populares porque llevan una “O”...

Saborido:–... Peróóóón explota; en cambio Alfonsíííííín... no hay mucho que hacer ahí.

–Ojo con Cobos, entonces.

Saborido: –Pero Cobos no termina de cerrar.

El diálogo ocurre entre este cronista y Pedro Saborido, guionista de Peter Capusotto y sus videos, que vuelve a salir por Canal 7 desde el lunes 22 de septiembre a las 23, después de un parate de casi dos meses. En las conversaciones con Saborido tanto como con Diego Capusotto pareciera imposible no mezclar rock, política y algo de cultura popular. En estos cincuenta años de existencia, “el rock logró convertir la rebeldía adolescente en un mundo plagado de convenciones”, cree Saborido.

Por ejemplo, el “bis”. Si se piensa bien, el “bis” es algo así como el culto al egocentrismo, también aceptado por la audiencia. El músico (o la banda) piensa un show, espera que lo aplaudan al final, y prepara de antemano esa cándida aceptación de su obra. “Hay otras cosas”, advierte Saborido. “Por ejemplo, minutos antes de un show las luces se apagan como si fuera a empezar, pero éste no empieza. Durante el show, siempre hay uno que espera el silencio para gritar que toque un tema que todos saben que no va a tocar, al menos no porque se lo griten. Hay una serie de convenciones establecidas que el público está dispuesto a aceptar, y no sólo eso sino que se siente cómodo sabiendo que éstas existen”, reflexiona Saborido. “En el programa hay una desmitificación de esa idea evangelizadora de las cosas. Amamos al rock, pero desvalorizamos esta cosa inmaculada relacionada con un movimiento, sea cual fuera”, sentencia Diego Capusotto, y no es que la sentencia sea demasiado grave.

El rock
A Capusotto le gusta Pomelo, justamente, por esa exacerbación rockera que pretende romper límites que a nadie le interesa romper, o que en realidad está lejos de romper. “Es esta cosa de que hoy la rebeldía puede ser una puesta en escena. Me divierto mucho con Luis Almirante Brown. Para nosotros, que estamos conectados a la cosa ilustrada y la lectura, Luis Almirante Brown rompe con algo que uno no espera, pasa de lo letrado al humor más básico, y eso me causa mucha gracia”, dice, serio, Capusotto. Luis Almirante Brown desmitifica la sutileza “y te hace pensar –dice Capusotto– si es un caradura o es un genio”.

Algunos creen, incluso en los pasillos de Páginal12, que imaginar un cantante popular como Bombita Rodríguez, el Palito Ortega montonero, hubiese sido una muy buena idea para llevar a la práctica en los años ’60 y ’70. “¿Quién sabe?”, se pregunta Saborido. “Es que esa construcción política era cotidiana. Estaba al lado nuestro, terminaron siendo los malos de la película, porque ganaron los malos y los demonizaron. La gente se dio cuenta tarde de que los malos eran los que demonizaban, y eso derivó en la teoría de los dos demonios”, cree Capusotto. “Creo que en El profesor tirabombas, de Luis Sandrini, estaba incorporada la cotidianidad de una comedia argentina donde los estudiantes salían corriendo porque habían puesto una bomba. Y también estaba El profesor hippie, una historia que se montaba en lo que vivía la juventud en ese momento”, rememora Saborido.

Capusotto´s world
Pero, ¿de dónde viene ese cruce de mundos, en el complejo universo de referencias que han creado Capusotto y Saborido? Esa mezcla entre la militancia política, la piel curtida de recitales, el gusto musical y la mirada cínica puede salir de un solo lugar: la infancia. Capusotto viene de una familia donde la música era parte del ambiente cotidiano. Hijo de una profesora de piano, tiene un hermano ocho años más grande que lo metió de lleno a escuchar The Beatles, Rolling Stones a los 11 o 12 años. El ex conductor de Todo por dos pesos recuerda haberse comprado el long play de Carlos Santana en Buenos Aires en 1973, después de un show en San Lorenzo. Recuerda la púa escandalosa por los surcos de Barry White, Manal o Almendra. Luego vendrían Frank Zappa, Jethro Tull, Jimi Hendrix, Led Zeppelin o Deep Purple. “Había infinidad de bandas que no llegaban. Uno empieza a revalorizarlas ahora y empieza a ver videos de bandas que circulaban en ese entonces.”

Capusotto conoce al griego Marcelo Iconomidis, valuarte del brillante archivo audiovisual de Peter Capusotto y sus videos, desde hace más de quince años. Y fue justamente el saber que Iconomidis contaba con ese background en su poder que lo llevó a proponerle, ante una idea de Daniel Morano de Rock & Pop TV, que se presentaran esos videos absolutamente desconocidos para el público local. “En los ’60 había, casi románticamente, una bandada de locos buscando un sonido. Que es algo muy distinto a querer ‘sonar de tal manera’”, dice.

El actor se acuerda de haber comenzado el peregrinaje de recitales entre las bandas que arrancaban en Floresta, a Carolina con Gringui Herrera en el ’77, a Memphis en el ’81, a Crucis en el Coliseo (al Adiós Sui Generis no fue porque no le consiguieron la entrada), a León Gieco, a Alma y Vida, a Pastoral, a El Reloj, a Litto Nebbia y a Pie Ligero, donde empezó a tocar la batería, medio de casualidad. “El último recital que me gustó mucho fue Iggy Pop en el ’92, y no sé si fui a otro después. Hace poco fui a ver al Negro Fontova”, confiesa Capusotto.

Saborido rememora, también, iconografías similares, recorridos parecidos y cree que el rock nació como una “cuasi ideología”, donde escuchar música era también la cuestión filosófica que circulaba alrededor. “Era más intenso, más concentrado. Se compraban los discos, leías El Expreso o la Pelo, la revista Subtes. La cuestión era estar dando vueltas.” No se puede saber si Sui Generis era el rock chabón de entonces, pero que era barrial, era barrial, asegura Saborido.

Capusotto: –En esa época se mezclaba todo. Patti Smith o Jimi Hendrix también querían ser famosos, pero era también esa corazonada adolescente, que se enoja con lo que está viviendo. Antes había que llamar la atención de manera más intensa. Acá, como en Estados Unidos, las bandas duraban dos o tres discos, no formaban fila en lo comercial.

El show-bis-ness
Si algo aportó Peter Capusotto y sus videos a la manera de consumir rock es la capacidad de relajar la lectura del show-bizz. “El rock no tuvo la capacidad de ser gracioso, de reírse. Se tomó demasiado en serio”, cree Saborido. “Pero los personajes que hacemos van más allá del rock.”

–¿Los personajes remiten a imágenes de su infancia?
Saborido: –Juan Carlos Pelotudo es un personaje de la adolescencia. Es la situación de fogón, la frustración de aprender a tocar la guitarra o no. Luis Almirante Brown era el primer encuentro con el Spinetta de Artaud, de Jade. Aunque no se sabe bien si Luis Almirante Brown es un chanta o no. El tipo va cambiando de vida, salía con un tipo de mina, ahora se engancha otro. Sabe cómo construir poesía, pero sabe que con “ojete” y “culo”, se llega mucho mejor.

Capusotto: –La música también tiene un vínculo entre quien ejecuta y quien escucha que es emocional, solidario. El sonido se comparte, también tiene su discurso, también pertenece a un clan.

–Salvo que quien la ejecuta sea Micky Vainilla...
Capusotto: –Lo que subyace detrás de Micky Vainilla es un discurso que parece racional y correcto. Hay que exagerarlo para que provoque ese efecto, pero como metáfora tiene que ver que detrás del discurso moderador está la tragedia y el horror. Esto de que no se profundiza y se acepta todo, la gente habla demasiado por los medios, en la mezcla no hay profundización y todo empieza a caber. Capaz que Micky Vainilla tiene un club de fans, y los fans creen que está bien.

Sin embargo, a pesar de todo lo dicho (o justamente por eso), los personajes de Peter Capusotto y sus videos no surgen de ninguna clase de investigación antropológica urbana sino, más bien, de la cultura que cargaban encima. “Un rolinga puede ser un Minguito de hace 25 años, como el chiste de Rep del lunes pasado. Un emo antes era un dark”, dice Saborido. Justamente, el emo iba a ser un dark que “tiene más sustento ideológico desde lo generacional. Pero después vimos un informe sobre los emos, e imaginamos algo más actual. Pero tampoco hago de un adolescente emo, es un tipo grande que tiene problemas. Soy yo mirando un semáforo que se pone en rojo y sufre, está ubicado estratégicamente sobre algo que circula, pero supera eso”, cierra Capusotto, esta vez sin despeinarse, ni sufrir.

Fuente: Suplemento NO de Página 12

miércoles, 10 de septiembre de 2008

Tinta roja (en radio)




Domingos De 16 a 17 hs (Quincenal)
FM Universidad 107.5 Mhz Plaza Rocha Nº133 2ºPiso
Telefonos: 422-5939/489-4892125
Via Online : www.lr11.com.ar/
Contacto: tintaroja18@gmail.com
Blog:www.tintarojapoliciales.blogspot.com.ar

lunes, 18 de agosto de 2008

Relato de Kafka

“A veces la espuma del mar arroja
una gota de agua
sobre la arena,
y esto para nada influye
en el eterno fluir del mar;
por el contrario,
es causado por este”.
Franz Kafka

sábado, 19 de julio de 2008

Cielo de los Argentinos

Por Roberto Fontanarrosa

-¿Conseguiste?
-Conseguí –dijo el Sordo, mostrando las hojas de lechuga que se asomaban del paquete de papel de diario.
-¿Buena?
-De primera. Mirá. La voy a lavar.
-O dásela a Dora –dijo Telmo, mientras acomodaba las brasas, frunciendo la cara frente a un estallido de chispas-. Total...
-¿Qué apuro hay? –acordó el Sordo, mientras seguía rumbo a la cocina.
-Qué apuro hay... –Telmo dejó el cigarrillo cuidadosamente con el fuego hacia fuera, sobre la mesada donde tenía la carne. Después tomó el vaso de vino blanco y bebió un par de tragos. En ese momento llegaba Hernán.


-Traje el vino, campeón –dijo, poniendo un par de botellas sobre la mesa del patio-. El mismo banco de la otra noche.
-¿Había? –preguntó Telmo, atisbando como un mecánico especializado entre los carbones.
-Sí. Iba a cambiar pero...¿para qué? Este es buenísimo...¿Te acordás?
-Sí, el torrontés de la otra noche...
-Liviano, fresco...
-Podés tomar cualquier cantidad, al otro día te levantás como si nada.
-Son vinos buenos... –se ufanó Hernán-. No como aquéllos que tomábamos...
-Uhhh...Pensar... Las cosas que nos hemos tomado... Y nos parecían buenos...
Hernán se sentó y prendió un cigarrillo, exhaló la primera pitada, relajado.
Miró hacia el televisor, encendido, sin sonido, ubicado sobre la mesita con ruedas, en la puerta de uno de los dormitorios, corrido hasta allí para que se viera desde el patio.
-¿Ya conectaron? –preguntó.
-Sí –dijo Telmo sin mirarlo-. Le saqué el sonido. Así no jode.
Se quedaron un instante callados. Desde la cocina llegó una risa compartida.
-Esta es la mejor hora –dijo Hernán, casi solemne.
-Esta hora es la gloria –aprobó Telmo, golpeando con el atizador una brasa rebelde-. ¿Sabés qué pasa, además, con el vino? Cuando vos andá bien de acá –se señaló la frente con un dedo- nada te cae mal... Cuando vos estás tranquilo despreocupado...
-Eso es verdad... Eso es verdad...
-Te cae todo bien hermano. Podés comer como una bestia, que después...
-Lo asimilás...
Volvieron a quedar en silencio.
-No estaría mal un salame ¿no? –aventuró Hernán, aburrido.
-Decile al Sordo que traiga –Telmo mira bajo la parrilla con la nariz arrugada, atisbando-. ¡Sordo! –gritó, sin dejar que Hernán se levantara-. ¡Traete un salamín, querés!
-Voy –se oyó desde adentro. Y el revuelo de las voces de las mujeres que se reían.
-Y algo de queso –agregó Hernán, gritando.
-Ya trae, ya trae –Telmo tomó un par de tragos de vino y se secó la transpiración con el brazo.
-¿Pan hay? –preguntó Hernán, precavido.
-Pero... ¡Cómo no va a haber, mi querido! –fingió enojarse Telmo-. No... No sé si hay pan... Fue a buscar Roque... El Roque fue a buscar...
Hernán se puso de pie y tomó las botellas de la mesa.
-Las voy a meter en la heladera –anunció.
-Mejor metelas en el congelador –aprobó Telmo-. ¿Es blanco, no? Metelas en el congelador. Y abrite una de las que quedaron de la otra noche.
Hernán partió hacia adentro.
-Oíme ... –lo detuvo Telmo-. ¿Te parece que ponga el resto de la merca?
Hernán frunció los labios, pensativo.
-¿Cuántos somos? –consultó-. Yo creo que con eso está bien...
-Tengo todo este vacío –señaló Telmo hacia la mesada.
-Yo creo que con esto está bien, Telmo... Es una barbaridad...
-¿Y viste lo que es este jamón redondo? Es merca de primera.
-No pongás el vacío. Si va a sobrar... Las mujeres comen poco...
-Pero ellas van a comer adentro, Hernán... Así no rompen las bolas durante el partido.
-Ah... Eso es bueno.
-No sé qué carajo van a ver en el otro televisor... Creo que sacaron una porno.
-No lo pongás, Telmo. Con eso hay de sobra.
-Por ahí lo pongo... Según como venga la mano... Mirá que el Roque morfa. ¿Eh? A ése no lo arregás así nomás.
-¡Bueno, como vos quieras...
-Total, si sobra... –dijo Telmo- al vacío lo podés comer al día siguiente, frío, que es riquísimo. Yo no sé si no es más rico frío, mirá lo que te digo...
-¡Eh! –asintió Hernán, yéndose-. Le sacás la grasa- hizo un gesto con la mano, horizontal, rebanando algo-. Y lo comés con pan...
-Mayonesa...
-Acá está el pan, acá está el pan, mi viejo... ¿qué andan protestando? –los dos se dieron vuelta ante el vozarrón de Roque, que tiró un paquete de pan sobre la mesa-. ¿Qué le pasa a ese televisor? –preguntó después, inquieto-. No me digas que se le fue el sonido...
-No lo toqués, no lo toqués que vos lo que tocás lo hacer cagar –dijo el Sordo, llegando con la picada-. Telmo le sacó el sonido para que no rompa las bolas...
-¿Y a vos no se te podría sacar un poco el sonido, digo yo? –preguntó el Roque-. Un rato, para que no hablés tanto al pedo. Una idea ¿no?... ¿Preparaste el salame? ¿trajiste el vermouth? ¿No ves que no servís ni para tirar flit, vos, sordo puto?
-Te lo traigo ahora pero después no me vengás a romper las bolas durante el partido porque...
-¡Ah! –dijo el Roque de repente, desinteresándose de su amable diálogo con el Sordo-. Hay que poner un plato más en la mesa...
Telmo, Hernán que volvía y el Sordo lo miraron.
-¿Quién viene?
-El Pepe.
-¿El Pepe? –exclamaron todos al unísono.
-El Pepe, en persona...
-El Pepe... ¡Qué raro! –se ensombreció la cara de Telmo.
-Pero...Si estaba bien.
-Roque se encogió de hombros y se metió en al boca un pedazo enorme de pan con salame.
-¿No lo habías visto vos, antes de venirte, y estaba bien? –le preguntó Telmo a Hernán.
-Sí. Pero hace ya como tres meses, no te olvidés...
-Sí, pero...
-¿Algún accidente? –preguntó el Sordo.
El Roque se volvió a encoger de hombros.
-No sé, Sordo... Yo te digo lo que me dijeron...
-¿Quién te dijo?
-En la puerta de entrada... Ya debe estar viniendo para acá...
-Mirá vos... –Hernán se rascó una mejilla, pensativo-. Pero... ¿el Pepe andaba mal del bobo o una cosa de esas? Nunca me...
-¿Qué se yo, Hernán? –casi se enojó el Roque, con la boca llena-. No es necesario andar mal del bobo ¿no? Mirá yo... Estaba fantástico también... ¿Y?
-Bué... –suspiró Telmo, volviendo su atención a la parrilla-. Será bienvenido.
-¿Acaso no te alegra que venga el Pepe? –preguntó Roque.
-¡Nooo! ¡Por favor! –se ofendió Hernán-. Encantado de que venga Pepe. ¿Cómo no voy a tener ganas de verlo? Por favor, me cago de gusto... no interpretés mal, Roque... Te digo, nomás...
-Por eso.
-¿Sabés qué? Hacemos la fiesta completa con Pepe...
-Además, es futbolero... –agregó Telmo, enjugándose una gota de sudor que le irritaba el ojo-. No va a venir a rompernos las bolas con que quiere ver ballet... o un concierto.
-Como nos pasó con Parola.
-¿Qué Parola?
El guitarrista del negro Acuña, que lo invitamos una vez a comer un asado y rompió las bolas porque no le gustaba el fútbol.
-Y... –abrió los brazos, el Sordo-. Yo lo conocí de allá y no sabía.
-Con el Pepe, no.
Sonó el timbre.
-¡Ahí está! –saltaron los tres al unísono.
En efecto, era Pepe. Entró un poco cortado, tímido quizá, pese a la confianza. Como confundido. Hubo abrazos, palmadas, hasta alguna lágrima. Le acercaron una silla, le pusieron un vaso de vino en la mano, le ofrecieron salame, queso, pan y hasta unos pimientos en vinagre que había traído Angelita.
-Llegás justo, Pepín –le dijo Telmo, volviendo a su reducto junto al fuego.
-¿agregaste el vacío? –se preocupó Hernán.
-Llegaste justo porque... –Telmo miró a Hernán-. Sí, lo agregué –tranquilizó-. Porque ahora tenemos Penarol y River.
-¿Penarlo y River? –preguntó Pepe, aún un poco ido, como absorto, mirando hacia todas partes, ubicándose.
-Claro, papá –dijo Roque, sin dejar de comer-. Y mañana tenemos el Bayern y Manchester United... Y pasado... ¿Pasado qué teníamos?
-Box –gritó el Sordo desde adentro-. La pelea por el título.
-La pelea por el título –sonrió Roque ufano-. Los medianos welters.
-El negro que ganó las otras noches y... No sé qué otro... Un nigeriano...
-Y así todas las noches. Todas –informó Roque-. No hay una sola en que no tengamos nada para ver.
-Y...Acá se agarra todo –dijo Hernán, que también se había sentado y estaba descorchando el blanco.
-Che Pepe, Pepín... –sonrió Telmo-. Y de pedo no te encontraste con el Charro...
-¿Qué Charro?
-El Cahrro Moreno. Le habíamos dicho que viniera a comer, y a ver el partido.
-¿El Charro Moreno? –se asombró Pepe-. ¿El de River?
-Y claro, papá...El otro día vino Angelito.
-¿Qué Angelito? ¿Labruna?
-Sí. Vino a ver... vino a ver... –dudó Telmo-. No sé qué partido vino a ver.
-Con el que nos cagamos de risa fue con Fidel –dijo Hernán-. Con Fidel Pintos.
-¿Fidel Pintos?¿Estuvo acá? –el Pepe no lo podía creer.
-Sentado ahí mismo donde estás sentado vos –aportó el Sordo-. Un fenómeno...
-¿Sabés a quién quiero traer yo? –dijo Hernán-. Digo... Algún día...
-¿A quién?
-A Carlitos...
-¡Ah! –se golpeó las palmas de las manos, Roque-. Mirá qué joda.
-Y que cante –siguió Hernán.
-¿Yo también quiero que venga, boludo! –dijo el Roque. Telmo se reía-. Mirá qué piola que sos. Todos. Pero no tiene ni una fecha libre el quía. Si todo el mundo lo invita.
-¿Carlitos? –los miró Pepe-. ¿Está acá?
-Todos están acá, querido –dijo Roque-. Acá te los podés encontrar a todos. A todos. El otro día vino un sobrino de Irigoyen.
-No... Pero yo a Carlitos lo quiero traer... –insistió Hernán, como atrapado pro una ensoñación.
-Ya va a venir. Ya va a venir –consoló Telmo-. Hay que agarrarlo con tiempo.
-Por otra parte , no es de hacerse el estrecho.
-¡Para nada! ¡Le gustan estas cosas! Y el fútbol le cabe...
-Hincha de Racing, además.
-Y los burros. Los burros más todavía.
-Por él soy capaz hasta de ver una carrera, te digo.
-A la que me gustaría traer es a la rubia... –dijo el Sordo-. La Marilyn...
-¿está acá? –preguntó Pepe.
-Y sigue buena –asintió el Sordo, con la cabeza-. Aunque sea para mirarla...
-Con esa mina te caga el idioma, Sordo –dijo Roque-. Como cuando vino el Fred Astaire...
-Para mirarla nomás, te digo, Roque.
-Después se arma quilombo con las mujeres.
-¿vino Fred Astaire? –el Pepe los miraba procurando detectar una broma colectiva.
-Pero a pedir una escoba. Pasa siempre –dijo Hernán.
-Baila con la escoba, Hernán –puntualizó Roque-. No te creas que es para barrer.
-Che Pepe... –Telmo se acercó hasta la mesa, se secó la transpiración con un repasador y empezó a pelar minuciosamente un pedazo de salame-. ¿Llegaste bien?
-Sí.
-¿Quién te recibió?
-No sé...Un pelado, de barba...
-¡Pedro! ¡Pedrito viejo nomás!
-¡Grande Pedro! –apretó un puño , Roque-. “costita”, le decimos...
-¿”Costita”? –Pepe lo miró. NO podía abandonar su tono melancólico.
-“Costita” –dijo el Sordo-. ¿Te acordás de Costa, ése que controlaba la entrada en “Mombasa”, que decía “éste sí, éste no”? ¡”Mombasa”, el boliche bailable!
-¡Ah, sí! –Esbozó Pepe una sonrisa triste-. Sí...
-“Costita” –se rió Hernán.
-Pepe... –requirió su atención Telmo-. Pedrito... –y le hizo un gesto de comer algo, con la punta de los dedos, unidos, hacia la boca.
-¿Medio manyún el pelado? –sonrió Pepe.
-Trolo. Dicen... –no se comprometió el Sordo.
-Estos hijos de puta... –Roque se reía-. Lo ven educado al hombre...
-Reputo, Pepe –afirmó Telmo, desde la parrilla. Se rieron.
-Che... –dijo el Sordo-. Pero... ¿te trató bien?
-Muy bien. Muy bien.
-¿No te manoteó el bulto? –preguntó Roque levantándose y caminando hacia el televisor.
-A los tipos los trata bien, querido –acotó Hernán-. A las minas, ni bola.
-No. Muy bien. Muy bien –insistió Pepe, respetuoso.
-No –dijo Telmo-. Nosotros jodemos, pero es macanudo el pelado.
-Macanudo.
-Y además –se puso serio Roque-. Incorruptible.
-Eso sí.
-Che –alertó Roque, que había elevado un poco el sonido del televisor- ¡Ya empezó!
Telmo se dio vuelta hacia el aparato.
-No, gil –dijo-. Esos son los goles del otro día. Los están repitiendo.
-Todavía falta como media hora –calculó Hernán mirando su reloj.
-¿Este es el partido por la Copa? –Pepe señalaba el televisor.
-Y claro, querido...
-Ah claro... Yo leí allá antes de venir...
-Por supuesto. Lo pasan en simultáneo.
-¡Si no vas a extrañar ni un carajo! –Roque palmeó a Pepe en la espalda, volviendo a sentarse.
-Che –Pepe perdió su vista en un punto lejano-. Y a los otros, a los capos...¿no ven a ninguno?
-¿vos decís además de Pedro?
-Sí.
-no. A nadie. Al menos desde que estoy yo por acá no apareció ninguno –dijo el Sordo.
-no rompen las bolas para nada –agregó Hernán-. Telmo se puso de pie y caminó hasta la parrilla, elevando la voz-. Y mirá que yo hace ya diez años que estoy acá, pero...para nada.
-¿Ni siquiera él...? –Pepe se pasó la amno izquiera por el mentón, hacia abajo, como quien estuviera alisando una larga barba. Hernán y el Sordo negaron con la cabeza, pero ahora serios, como si les pesara el tema.
-Siempre tranquilo, Pepe –dijo Hernán.
-Sale Peñarol –anunció el Roque, que no perdía de vista el televisor.
-Che –Telmo reclamó la atención-. Ya tengo los chorizos.
Hernán se paró y corrió algunas cosas d ela mesa, haciendo lugar.
-Le digo a Tere que traiga los platos –propuso.
-No... –desestimó Telmo-. Poné un palto nomás. Lo ponemos cortadito y picamos...
-Eso. Mientras vemos el primer tiempo.
-¿está Tere también? –preguntó Pepe, algo demudado.
-Es... No se puede mirar el aprtido y comer al mismo tiempo –dictaminó Hernán, muy serio.
-Y la tira la voy llevando despacito, así la comemos en el entretiempo –dijo Telmo.
-Che Hernán... –Pepe procuró que alguien le hiciera caso-. ¿Está Tere acá?
-Claro. Y Dora también.
Distribuyeron algún plato, los vasos, el Sordo trajo los cubiertos y no se dieron cuenta de que Pepe estaba lagrimeando.
-Ehhh –se percató, de pronto, el Sordo-. ¿Qué pasa, varón? –Hernán miró a Pepe y se acercó a apoyarle uanmano en el hombro.
-Nada –suspiró Pepe, aspirando hondo.
-¡Te acostumbrás enseguida! –Telmo, que se había dado cuenta de lo que pasaba, gritó desde la parrilla.
-A lo bueno uno se acostumbra rápido, Pepe. Ya vas a ver –lo palmeó Hernán.
-Sale River, anunció Roque.
-Es que... –un tanto avergonzado, Pepe trataba de recomponerse-. Me acuerdo de la Gallega... de los chicos...
-¿Cómo quedó la Gallega? ¿Bien? –dijo el Sordo. Pepe aprobó con la cabeza, aún confuso.
-No te calentés, Pepe –le sirvió otro vaso de vino, Hernán-. Por ahí, en un par d emeses, la tenés por acá –el Sordo y el Roque lo miraron como para matarlo-. Digo... –vaciló Hernán- ...tarde o temprano la vas a tener por acá. Y después, para siempre...
-Mirá yo –dijo Roque-. Yo vine antes que Clarita.
-Pero... qué se yo... –Pepe meneaba la cabeza, con lso ojos enrojecidos-. Los chicos... Vos no sabés cómo están las cosas allá...
-Ni nos contés cómo están las cosas allá –se rió, tratando de distender el momento, Roque-. No me quiero ni enterar. Otro día nos decís.
-Además tus pibes ya deben tener como 35 años ¿no?
-Ya era hora de que les dejaras de romper las pelotas –se rió Telmo. Pepe también se sonrió. Esto animó al Sordo.
-Tomá Pepe. Abrite la botella –le alcanzó. Pepe tomó el destapador y ese mínimo gesto pareció iniciar su real integración al grupo y al lugar.
-Acá están los sochoris –anunció, llegando casi al trote, Telmo.
-Vení, Telmo, sentate –pidió Hernán.
-Hacete amigo.
-Che –dijo Pepe, girando el destapador-. ¿Salchichitas criollas no tenemos?
Hernán se rió y lo palmeó fuerte en la espalda.
-¡Ya le gustó! –gritaba-. ¡Ya le gustó al cabezón! ¡Recién estaba hecho mierda y ahora está pidiendo salchichita criolla!
-Cabezón hijo de puta... ¡Recién llegás y ya empezás con las exigencias! –se reía Telmo-. No. No tenemos... A estos boludos no les gusta.
-Además –reconsideró Pepe, poniendo la botella sobre la mesa-. Me había olvidado de que a mi me cae para la mierda.
-Olvidate de eso, Pepe –aconsejó Roque-. Ya pasate por ésa. Acá es distinto cabezón.
-Pero... Oíme Pepe –el Sordo se acodó en la mesa en tanto, de reojo, comprobaba si la iniciación del aprtido le daba tiempo para iniciar un tema-. ¿Yo me equivovo o vos estabas bien? De salud, digo... Vos estabas de puta madre, -Pepe osciló la cabeza de un lado al otro mientras masticaba, dando a entender que no podía hablar con la boca llena. Lo esperaron en silencio.
-Estaba –añcanzó a decir, con los labios entrecerrados. Después chasqueó un par d eveces los labios y manoteó una servilleta de papel-. Estaba... –repitió, ya liberado del bocado-. Pero... vos no sabés lo que me pasó con el Emilio...
-¿Qué Emilio? ¿Tu socio?
-¡Emilio! –recordó, jubiloso, el Sordo.
-Sí –lo abarajó en el aire, Pepe-. No sabés cómo me cagó ese hijo de puta...
-¡no em digas?
-Me recagó...
-¿Emilio?
-Siempre fue medio cagador el Emilio –acotó Roque.
-Cagador y la fuga –completó Hernán.
-¿Sí? –se asombró el Sordo.
-¿No te acordás del quilombo que tuvo con el primo... –preguntó Roque- que le puso la chatita a su nombre y y...?
-Es que yo lo conozco nada más que de jugar al fútbol –se disculpó el Sordo-. Y...
-Ah... –reconoció Hernán-. Para la joda, macanudo... Pero no pongás un sope de por medio porque...
-Y... ¿qué pasó? –Telmo apuró a Pepe.
-Me hizo meter guita para comprar unas chapas. Mucha guita... Me hizo endeudar hasta la manija. Me dijo que era un negosio redondo. Que él había tocado a un par de puntos en la Gobernación...
-Siempre con esos negocios el Emilio...
-Y después resultó que no había comprado un carajo. Que todo estaba firmado pro mi... El se hizo humo, desapareció de la casa... Tuve que vender el negocio, el Citröen... -Pepe parpadeó varias veces, como si estuviera por volver a llorar-. ¿Para qué te voy a contar? Hasta último momento me bicicleteó de que todo estaba controlado, que había adornado a un oficial de justicia... Bueno... –todos escuchaban en silencio-. Llegó un momento en que el bobo no me aguantó más...
-¿Podés creer vos?
-¿Fue eso, entonces?
-Porque vos estabas bien –irrumpió, enérgico, Hernán-. ¿Habías tenido algún anuncio, algo?
-Nada. Diez puntos estaba...
-Pero mirá qué hijo de puta el Emilio –dijo Roque.
-Nunca me gustó ese tipo –agregó Telmo.
-Pero ¡te cuento! –se animó de improviso, Pepe-. Cuando salía para acá me enteré que había tenido un accidente...
-¿Un accidente?
-Con el auto... En Concordia, por ahí... Se estroló con el auto y se hizo mierda.
-¿Se mató?
-Decían que sí –Pepe se encogió de hombros-. Pero no me preocupé mucho en averiguarlo. Además, yo ya estaba viniéndome para acá. A mi ya me había cagado.
-Poné otro cubuerto –musitó Roque.
-¡No! –Telmo se reía-. ¡Tené la seguridad que ese por aquí no aparece! ¡Ese tiene otro destino, no acá!
-¡No1 –el Sordo, sarcástico, acompañó en la risa-. Empecemos a comer tranquilos que ése no viene. No lo vayamos a andar esperando.
-¡Che! –simuló enojarse Telmo, mirando el televisor-. ¡Cuándo carajo empieza ese partido?
-Están controlando los arcos –asesoró Roque, que nunca había dejado de vigilar la pantalla-. Hay gente adentro de la cancha. El referí no quiere empezar el partido. Quiere que la policía saque la gente...
-¡Lo que hay que sacar es la policía! ¡Sabés qué?
-Pero... Ya larga. Ya larga...
Sonó el timbre. Se miraron entre ellos.
-¿Quién carajo puede ser ahora?
-¡Justo que empieza el aprtido!
-¡Emilio! –abrió mucho los ojos Hernán, tratando de adivinar.
-El Charro... ¿No iba avenir el Charro? –se ilusionó el Sordo.
-No... Dijo que no podía –Telmo caminó decidido hacia la puerta. Hernán había acertado. Era Emilio. Ante el silencio general entró, tímido, con una sonrisa helada y triste.
-¡Muchachos! –se alegró casi infantilmente. Pero pocos le respondieron. Hubo alguna palmada amistosa, un “Qué hacés, Emilio” nada enfático. Todos miraron a Pepe, que permanecía sentado, un gesto un tanto duro en la cara. Emilio vio a Pepe y se acercó a saludarlo, pero se paró en medio del patio antes de llegar, frente a la actitud fría de su exsocio.
-Tenemos que hablar, Pepe –se disculpó-. Te juro que vos me interpretaste mal... –los demás miraban en silencio-. Vos no sabés lo que me jodió enterarme de lo tuyo... Me hizo mierda... Te digo más... Cómo tendría la cabeza con tu noticia que me hice bolsa con el auto ¿te enteraste? –miró a todos-. ¿Se enteraron?
-Nos dijo Pepe...
-Mirá cómo me habrá hecho de mal. No sabés cuántas noches hacía que no dormía porque yo te metí en esto... De total buena voluntad, Pepe...
Roque pegó una ojeada hacia el televisor. El árbitro se acercaba, balón entre las manos, prometedoramente, hacia el centro del campo.
-Che –pidió Roque-. ¿Por qué no hablan de esto después? Entre ustedes...
-No... Lo que pasa... –Emilio, con cara compungida, se puso una mano sobre el pecho-. Es que yo le quiero explicar, porque...
-Está bien, está bien –dijo Telmo-. Tenés razón... Pero acá ya pas´ó todo, querido... Discutir es al pedo. Otro día, más tranquilos, lo conversan entre ustedes y se explican todo... ¿no es así, Pepe?
Pepe despidió por la boca un torrente de humo de cigarrillo. NO parecía muy convencido.
-Total –se anotó el Sordo-. Acá ya no van a resolver nada. Lo que pasó, pasó.
-Está bien –Emilio se acercó una silla-. Si ustedes lo...
-Tomate un vino –le sirvió Hernán.
-Ahora... eso sí... –el Roque, ya ubicado de frente al televisor, las manos en la nuca, dando espaldas a la mesa, le habló a Emilio-. Algún día nos explicás cómo mierda hiciste para que dejaran entrar acá. Porque...después de lo que hiciste...
-Con el pedigré tuyo, querido –lo del Sordo tampoco sonó demasiado agresivo.
-¿Viste el flaco, el de la entrada? –preguntó Emilio.
-¿Pedro?
-Ese... Le puse unos mangos.
Todos se dieron vuelta para mirarlo.
-Le tiré unas rupias –Emilio se encogió de hombros, disculpándose por la picardía-. Si no, acá, no pasa nada... ¡Si lo hacen todos! No voy a ser yo el único gil que...
-¡Ya estamos! ¡Ya estamos! –se revolvió, nervioso, acomodándose en la silla el Roque, observando al referí que levantaba su mano consultando a los lejanos arqueros.
-Ya estamos –dijo Telmo, sentándose también.

miércoles, 16 de julio de 2008

Bella y Eucratica

Por:Maximiliano Castañares (Kasta!)

Levitabas en dirección a la luz
Con tu cabeza alzada hacia él.
Tu cuerpo, demoníacamente pacífico,
Y tus brazos extendidos, parecían sentir
Los torturantes clavos de su cruz.
La luz se transformaba en oscuridad.
El viento fervorosamente te comenzó a envolver,
Y un calor extraño, comenzó a arder por tu ser.
Tu piel ardía, y el fuego te rondaba,
El agua cercana evaporó, los árboles temblaron
Y se transformaron en cenizas
Poco tiempo después de caer.
En tus ojos descubrí no eras tu misma,
Era esa bestia horrenda que yo amaba,
Era el Fénix que se encontraba en tu cuerpo,
Era la fuerza de Zeus en tu muñeca,
La inteligencia Satánica en tu cabeza,
Vestías dionisíaca, las alas de Gabriel.
La matanza del débil comenzaba
Y lo se bella y eucrática dama,
Empezarías por mi llegado el alba.

miércoles, 18 de junio de 2008

Me da pena confesarlo

Por Alfredo Le Pera y Mario Batttistela

Nace el hombre en este mundo
remanyao por el destino
y prosigue su camino
muy confiado del rigor,
sin pensar que la inclemencia
de la vida sin amor
va enredando su existencia
en los tientos del dolor.
Pero llega que un momento
se da cuenta de su suerte
y se amarga hasta la muerte
sin tener ya salvación,
pues comprende que la vida
fue tan sólo un metejón
al perder la fe querida
de su pobre corazón.
Me da pena confesarlo,
pero es triste, ¡qué canejo!
el venirse tan abajo,
derrotao y para viejo;
no es de hombre lamentarse
pero al ver cómo me alejo,
sin poderlo remediar,
yo lloro sin querer... llorar.

Si no fuera que el recuerdo
de mi madre tan querida
me acollara en esta vida
con sentida devoción,
no era yo quien aguantaba
esta triste situación,
ni el que así se contemplaba
sin abrirse el corazón.
Pero hay cosas, compañero,
que ninguno las comprende,
uno a veces se defiende
del dolor para vivir,
como aquel que haciendo alarde
de coraje en el sufrir
no se mata de cobarde
por temor de no morir.

sábado, 14 de junio de 2008

"El Hombre del Estrella"

Por La Renga

Son tan distintos el sonido y el viento
y sin embargo en algo se parecen
ni el mejor ojo los puede ver
pero están porque se siente.

De esa textura tu alma parió
lo que era todo tu aliento
la rabia nunca murió
cuando mataron al perro

Dame de esa espuma, contagia valor
que no haya tumba, ni nada que lo calla
se oye como el viento y no se ve
se mete adentro y da batalla.

Un salvaje que no para
quiere convertirse en mi
no me quiere fiel ni falso
solo bestia para vivir

De esa bravura tu sueño parió
lo que aun sostiene mi aliento
la rabia nunca murió
cuando mataron al perro

Dame de esa espuma, contagia valor
que no haya tumba, ni nada que lo calla
se oye como el viento y no se ve
se mete adentro y da batalla.

Como guía el cielo regalo
una estrella para tu frente
para que sin perder la ternura jamás
aprendieras a endurecerte

viernes, 2 de mayo de 2008

Canto (el mismo dolor)




Por Enrique Bunbury


Canto porque me levanto siempre con las mismas penas,
con las heridas abiertas que siguen sin cicatrizar.
Vago por las veredas, por desiertos, por la selva,
surcando los anchos mares, hacia ningún lugar.

Canto porque me canso de dar explicaciones,
no tengo soluciones, ¿para qué tanto preguntar?
Salto de cama en cama, de boca a boca, de falda en falda.
No vuelvo por donde vine, nunca miro hacia atrás.

Y no hay mejor ni peor, pues con la gente que tropiezo,
sufren del mismo dolor, están igual, el mismo dolor.
No hay mejor ni peor, si estás quieto o en movimiento,
sufres el mismo dolor, estás igual, el mismo dolor.

Canto porque me harto de lugares concurridos,
de esquemas aburridos para conseguir seguridad.
Parto de aquí a otro lado, crías cuervos, y te comen los ojos luego.
Canto porque me levanto, siempre con las mismas penas.

Y no hay mejor ni peor, pues con la gente que tropiezo,
sufren del mismo dolor, están igual, el mismo dolor.
No hay mejor ni peor, si estás quieto o en movimiento,
sufres el mismo dolor, estás igual, el mismo dolor.

sábado, 19 de abril de 2008

Mascaras


"Elegir la propia mascara es el primer gesto voluntario humano. Y es solitario" Clarice Lispector

martes, 11 de marzo de 2008

Adios Nonino

Por Eladia Blasquez/Astor Piazzolla

Para mi Abuelo F

Desde una estrella al titilar...
Me hará señales de acudir,
por una luz de eternidad
cuando me llame, voy a ir.
A preguntarle, por ese niño
que con su muerte, lo perdí,
que con "Nonino" se me fue...
Cuando me diga, ven aquí...
Renaceré... Porque...

¡Soy...! la raíz, del país
que amasó con su arcilla.
¡Soy...! Sangre y piel, del "tano" aquel,
que me dio su semilla.
Adiós "Nonino".. que largo sin vos,
será el camino.
¡Dolor, tristeza, la mesa y el pan...!
Y mi adiós.. ¡Ay! Mi adiós,
a tu amor, tu tabaco, tu vino.
¿Quién..? Sin piedad, me robó la mitad,
al llevarte "Nonino"...
Tal vez un día, yo también mirando atrás...
Como vos, diga adiós ¡No va más..!

Recitado:
Y hoy mi viejo "Nonino" es una planta.
Es la luz, es el viento y es el río...
Este torrente mío lo suplanta,
prolongando en mi ser, su desafío.
Me sucedo en su sangre, lo adivino.
Y presiento en mi voz, su propio eco.
Esta voz que una vez, me sonó a hueco
cuando le dije adiós Adiós "Nonino".

¡Soy...! La raíz, del país
que amasó con su arcilla...
¡Soy...! Sangre y piel,
del "tano" aquel,
que me dio su semilla.
Adiós "Nonino"... Dejaste tu sol,
en mi destino.
Tu ardor sin miedo, tu credo de amor.
Y ese afán... ¡Ay...! Tu afán
por sembrar de esperanza el camino.
Soy tu panal y esta gota de sal,
que hoy te llora "Nonino".
Tal vez el día que se corte mi piolín,
te veré y sabré... Que no hay fin.