viernes, 28 de septiembre de 2012

Instrucciones para elegir en un picado


Por Alejandro Dolina

Crónica del Ángel Gris

Cuando un grupo de amigos no enrolados en ningun equipo se reunen para jugar, tiene lugar una emocionante ceremonia destinada a establecer quienes integraran los dos bandos. 
Generalmente dos jugadores se enfrentan en un sorteo o pisada y luego cada uno de ellos elige alternadamente a sus futuros compañeros. Se supone que los mas diestros seran elegidos en los primeros turnos, quedando para el final los troncos. Pocos han reparado en el contenido dramatico de estos lances. El hombre que esta esperando ser elegido vive una situacion que rara vez se da en la vida. Sabra de un modo brutal y exacto en que medida lo aceptan o lo rechazan. Sin eufemismos, conocera su verdadera posicion en el grupo. A lo largo de los años, muchos futbolistas advertiran su decadencia, conforme a su eleccion seas cada vez mas demorada. 
Manuel Mandeb, que casi siempre oficiaba de elector, observo que sus decisiones no siempre recaian sobre los mas habiles. En un principio se creyo poseedor de vaya a saber que sutilezas de orden tecnico, que le hacian preferir compañeros que reunian ciertas cualidades. 
Pero un dia comprendio que lo que en verdad deseaba, era jugar con sus amigos mas queridos. Por eso elegia a los que estaban mas cerca de su corazon, aunque no fueran tan capaces. 
El criterio de Mandeb parece apenas sentimental, pero es tambien estrategico. Uno juega mejor con sus amigos. Ellos seran generosos, lo ayudaran, lo comprenderan, lo alentaran y lo perdonaran. Un equipo de hombres que se respetan y se quieren es invencible. Y si no lo es, mas vale compartir la derrota con los amigos, que la victoria con los extraños indeseables. 

jueves, 20 de septiembre de 2012

Tinta Roja Policiales (Facebook)

                                                     

Las misas de la mesa



Cuando Irak era Asiria, un rey ofreció en su palacio de la ciudad de Nimrod un banquete de veinte platos calientes, acompañados por cuarenta guarniciones y regados por ríos de cerveza y vino. Según las crónicas de hace tres mil años, hubo sesenta y nueve mil quinientos setenta y cuatro invitados, todos hombres, mujer ninguna, además de los dioses que también comieron y bebieron.
De otros palacios, todavía más antiguos, provienen las primeras recetas escritas por los maestros de cocina. Ellos tenían tanto poder y prestigio como los sacerdotes, y sus fórmulas de sagrada comunión han sobrevivido a los naufragios del tiempo y de la guerra. Sus recetas nos han dejado indicaciones muy precisas (que la masa se eleve hasta cuatro dedos en la marmita) y a veces no tanto (echar sal a ojo), pero todas terminan diciendo:

Listo para servir.

Hace tres mil quinientos años, también Aluzinnu, el payaso, nos dejó sus recetas. Entre ellas, esta profecía de la charcutería fina:
Para el último día del penúltimo mes del año, no hay manjar comparable a la tripa de culo de burro rellena de mierda de mosca.

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