sábado, 12 de diciembre de 2009

Autoayuda para corazones rotos


 

Concha Buika acaba de grabar un disco en homenaje a Chavela Vargas y llega a Buenos Aires para presentarlo. Su canto, dice, le sirve para no odiar a quienes le hicieron daño y exorcizar las penas de amor.

Por: Diego Manso
 
Ya no nacen cantantes como Concha Buika. Su intensidad viene de otros tiempos. Pertenece a una raza que ha dado nombres como los de Concha Piquer, La Lupe Yoli u Olga Guillot. Acaba de editar, junto al pianista cubano Chucho Valdés, un disco homenaje a Chavela Vargas, El último trago, que por estos días presenta en Buenos Aires.

-¿De pequeña ya cantaba?

-Yo creo que mi cante empezó antes que mis palabras. En mi casa somos todos muy músicos, muy bailarines y muy cantarines. Mi abuela, por ejemplo, cantaba cuando quería decirle algo a mi madre y no se atrevía a enfrentárselo con la palabra. A veces estábamos en la cocina y mi abuela se ponía a cantar desde la terraza y mi madre decía: "Mira todo lo que me está diciendo". Mi abuela estaba cantándole, pues, lo que quería decirle.

-¿Canciones?

-No, no... ¡Lo que quería decir!

-Lo que quería decir, pero cantando...

-Claro... Entonces yo cantaba de todo. En mi casa siempre hubo tocadiscos y siempre hubo discos y nosotros reproducíamos todo lo que oíamos. Imagínate, éramos africanos que llegaron a una tierra que no entendían, así en aquel momento todo lo que nos viniera era bueno.

-¿Su madre de qué trabajaba?

-Limpiando. Cuando mi papá se marchó limpiaba en hoteles, en casas y así...

-¿A su padre no lo ha vuelto a ver?

-No, no lo volví a ver más. Mi papá se marchó cuando yo tenía nueve años. Era escritor y trabajaba en un banco. Una total contradicción. La suya hubiera sido una vida muy bella si la hubiese sabido vivir. El huyó de Guinea porque era una persona que creía en la libre expresión y en una serie de conceptos que en una dictadura no son posibles. Entonces, como era un incendiario, de izquierdas total, se refugió en Mallorca. Y allí desarrolló su escritura...

-¿Y llegó a editar los libros?

-Sí, claro que editó los libros.

-¿Y dónde está su padre, entonces?

-Pues no lo sé, porque mi papá murió en el presente. Quiso morir en el presente. Yo no creo en el futuro. Y el pasado es tan extraño y confuso que mitad lo invento; la cabeza funciona de esa manera. Cuando una persona se aleja de ti quiere marcharse de tu presente, no de tus recuerdos ni de la posibilidad de un futuro... Claro el futuro es un invento malicioso y estamos condenados a un presente constante.

-¿Y la esperanza dónde la pone?

-Ese es otro mal invento, porque la esperanza te hace soñar con felicidades futuras, te impide darte cuenta de la caricia del ahora y piensas que es menos de lo que te puede traer la vida. La esperanza es peligrosa si no se la sabe emplear. Un arma de doble filo. La rendición no es siempre propia de cobardes, también es propia de cansados, ¿me entiendes?

-¿Y qué hacemos con la resistencia entonces?

-Ah bueno, pero esa es una condición sin ecuánime del ser humano... Es muy difícil lo del teorizar con el ser, con las esperanzas, porque puedes confundir necesidades con deseos. Por ejemplo, ¿qué conflicto tenemos con la soledad, cuando resulta el lugar desde donde uno se construye? Es vital la soledad y, sin embargo, la tenemos como una gran enemiga. Vemos al desamor como a un monstruo enorme y horrible cuando, en realidad, es el primer paso del amor hacia uno mismo. Hay que tener cuidado con los conceptos aprendidos, porque luego nos convertimos en víctimas abstractas y eso es peligroso, porque nos hace débiles.

-¿Dice que al desamor, entonces, hay que llorarlo todo de pronto y ya?

-Pues llora, coño, si es lo que te pide el cuerpo. Pero normaliza la situación. Que una persona te deje es un hecho asumible. Yo estoy sola, ¿me ves mal?, ¿me pasa algo?, ¿se me ha caído un ojo? ¡No! La putada es estar acompañado y sentirse solo. ¿Estoy sola? Asumible. Nací sola, cago sola, da igual. Estoy sola: partamos de aquí. No empieces a verter sobre la otra persona todo el sinfín de tus miedos, que ya los tenías antes de que apareciera.

-¿Y cómo se relaciona todo esto con cantar las penas de amor?

-Es que utilizas el cante para quitarte la pena. Para solemnizar el dolor. Eso es algo que Chavela Vargas nos enseñó cómo hacer.

-¿Entonces exorciza las penas?

-Las coloco en su sitio. Sacártelas, no te las vas a sacar en tu vida. Hay una cosa que siempre me preguntan acerca de haberle cantado a Chavela: me dicen que cuando escuchan el disco se dan cuenta de que no la copié... Es que yo canto desde mi propia herida abierta, abierta que no sangrante. Abierta para saber adónde no quiero volver.

-¿Adónde no quiere volver?

-Donde ya estuve y no me gustó.

-¿Y qué es eso?

-Donde no me supieron querer, donde fui torpe a la hora de expresarme. Donde no me sentí cómoda. ¿Para qué volver ahí? No hay que dirigirse hacia las mismas cosas que nos han hecho daño. En una secuencia lógica de vida la repetición es un error: nunca ves al mismo pájaro pasar de la misma manera, ni a la misma ola romper en la misma playa. No volvería a nada que me ha hecho daño.

-¿Y su madre vive?

-¡Y colea y canta! Mi madre es el terremoto de Mallorca. Sucede que el cante, en Africa, es un modo de expresión usado por todo el mundo, no sólo por los cantantes. En Africa no existe el concepto de "este canta bien o este canta mal"...

-¿Usted estudió canto?

-Tengo una pequeña pelea con eso: nadie me puede enseñar cómo llorar. Esto que dicen, que te enseñan a utilizar tus cuerdas, que te enseñan a respirar... ¿Qué tontería es esa? Si el cante es la expresión de mis sentimientos, nadie me puede decir cómo hacerlo. Entiendo que si quieres hacer ópera es lógico que necesites una disciplina concreta. Como cantante, creo que, para aprender a cantar, antes tienes que aprender a escuchar. Olvídate de estudiar a otras cantantes, estudia a trompetistas, a saxofonistas, a buenos pianistas...

-Es que los profesores de canto le han hecho mucho daño a la música popular...

-De acuerdo. ¡Hay tantos cantantes confundidos detrás de sus miedos! Luchando por grammys, por lujos, por mogollón de cosas. Les han metido mucho miedo en el cuerpo.

-¿Y qué cantantes le gustan?

-Todos. Los músicos no sabemos nada de música, no tenemos ni puta idea. Es quien paga una entrada a un concierto el que sabe de música, el que, después de pagar toda la mierda que nos hacen pagar, se gasta el dinerito que le queda en comprarse un disco. Los músicos somos militantes de la única religión legítima que existe, que es el arte. Somos soldados de un ejército que conspira para que el arte siga siendo la única religión que, de verdad, le sirve a las personas para redimirse, gozar, reír y para descansar un momento. Pero no sabemos nada de música.

-Es la segunda vez que viene a Buenos Aires...

-Pero es la primera vez que tengo conciencia de ello, porque la primera vine muy cansada, en un invierno que no había mucha luz y no vi mucho. Me quedé con dos detalles: la sala en la que actuamos y luego... ¡Es que sois muy cariñosos vosotros! No sé por qué tenéis un mal duende que os hace pensar que caéis mal. Me da rabia esto, porque se os quiere muchísimo... Se escucha mucho la música vuestra, gusta mucho el recuerdo poético que se tiene de vuestra escritura... Mercedes Sosa, por ejemplo...

-¿Llegó a verla en vivo?

-Y me mató cien veces, con cada expresión. No ha habido nadie como ella en la historia... Mercedes era una sabia del paladar, una gran enciclopedia abierta de cómo expresarse, porque lo jodido es cuando no nos sabemos expresar. Guardamos demasiados secretos y nos pesan mucho, tío. Y los secretos son tales por miedo a que no nos entiendan...

-O a que no nos quieran, o a que nos dejen de querer...

-Vale, eso... Es que tú sabes que si te entienden no te dejan. Me puedes decir ahora mismo que te sientes extraño por estar a mi lado o puedes callártelo porque tal vez creas que yo no vaya a comprenderte. Y, en realidad, es un secreto estúpido porque puedes hablar y no pasará nada. Pero, a veces, parece que es tan gordo lo que va a pasar, que nos lo callamos y nos lo tragamos.

-Y eso es cantar, no tragarse las cosas...

-Exactamente, eso es el cante. Cantar puede ser muchas cosas. ¡Contar! El cante es contar.

-¿Y la gente que cuenta bien canta bien?

-La gente que cuenta bien, cuenta bien. El cantar es lo de menos. Nadie creía que yo podía cantar con esta voz.

-¿Con qué voz?

-¡Con la mía! Recuerdo que me encontraba con ex compañeros de clase que me preguntaban: "¿Tú qué haces?" Y yo: "¡Canto!". Y me decían: "¿Con esta voz?" Es que nunca me identificaron por mi voz. Pero bueno, no pasa nada, yo de cantar sé poco, pero tengo algo que contar.

-¿Y a Chavela la ve? ¿Le ha cambiado la vida conocerla?

-Ay, no sé. Es que a mí me recuerda mucho a mi abuela, tenía la misma mala leche.

-¿Y va a grabar con ella?

-Chavela está muy cansadita ya. Lo que hacemos es cantar juntas cuando voy a su casa.

-¿Estuvieron juntas en un escenario?

-No, tampoco... Una vez nos sacó casi a puntapiés, a mí y a la Martirio.

-¿Y después se arrepintió?

-Jamás. Simplemente después le apeteció hacer otra cosa, que fue abrirme los brazos.

-¿Y después de esto qué va a grabar?

-Ya está grabado, pero no sé qué es lo que se va a publicar. Debes tener en cuenta que de los artistas no se sabe lo que hacen, se sabe lo que publican. Grabo mucho, tengo un estudio de grabación en mi casa.

-¿Y compone todo el tiempo?

-Sí, mucho. Compongo para no odiar a nadie.

-¿Cómo es eso?

-Hace unos días me dejó mi chico. El chico con el que estaba desapareció. Yo puedo optar por odiarlo pero, aparte de que no sería justo, puedo ponerlo en una canción y me va a traer dinero. ¿Cómo puedo odiarlo si me he comprado un coche gracias a él? Yo canto para no volverme loca y compongo para no odiar... Mi papá, que es quien me dio la vida, se ha marchado y no lo he vuelto a ver. ¿Me ves mal? Si se marchó mi padre y sobreviví, que una persona de la calle vuelva a su lugar, no pasa nada.

-Pero también ha tomado la decisión de no buscarlo...

-Cada uno sabrá. Yo tengo a mi música que no me abandona.

-Entonces siempre necesitamos algo que no nos abandone...

-Nuestro latido. Tú acuérdate de respirar, que no se te olvide nunca. Además, morir de amor nunca sirvió. Porque siempre llega otro morir que te deja en manos de un tercer morir que luego le cede el paso a un cuarto que amablemente te deja en manos de un quinto que, hoy por hoy, te está matando. A nosotros nos limita la carne, pero tenemos un mundo que existe detrás de los párpados. En ese mundo, ni el cuerpo nos difama ni la distancia nos separa. El amor reina allí. En el mundo de afuera reina el tacto, reinan cosas que te hacen sentir mucho amor y que lo único que hacen es alimentar lo que está dentro. Está peligroso eso de maximizar la figura de la persona que tenemos delante, la convertimos en un ícono tan gigantesco que luego la pinchamos y la pobre persona hace plof.

-Y era una pobre persona...

-Como tú y como yo. Dejémonos respirar un poco y juntémonos un poco más.

-Volvamos a ser amigos todos...

-Todos, todos. Está muy feo eso engañarse con la soledad... Es que las personas creativas tenemos un gran enganche con la soledad porque es la única manera en que se puede trabajar. A mí la soledad me alimenta mucho...

-¿Y usted no se engaña?

-No, porque no temo. Yo me la paso muy bien estando conmigo.

-Hay gente que no, que enseguida necesita establecer reemplazos...

-Está muy jodido eso... Es cosa de pobres infelices.

-Y para uno, que se quedó mirando de afuera, es muy doloroso...

-¡Claro que duele, tío! Duele y duele.

-Pero luego pasa...

-Y si no, tú acuérdate de respirar...

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