Dudas razonables nos impiden saber si Adán fue tentado por una manzana o por una uva.
Sí sabemos, en
cambio, que hubo vino en este mundo desde la Edad de Piedra, cuando las uvas ya fermentaban
sin ayuda de nadie.
Antiguos
cánticos chinos recetaban el vino para aliviar las dolencias de los tristes.
Los egipcios
creían que el dios Horus tenía un ojo de sol y otro de luna, y el ojo de luna
lloraba lágrimas de vino, que los vivos bebían para dormirse y los muertos para
despertarse.
Una vid era el
emblema del poder de Ciro, rey de los persas, y el vino regaba las fiestas de
los griegos y de los romanos.
Para celebrar
el amor humano, Jesús convirtió en vino el agua de seis tinajas. Fue su primer
milagro.
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