La vida, sin nombre, sin memoria, estaba sola. Tenía manos, pero no tenía a quién tocar. Tenía boca, pero no tenía con quién hablar. La vida era una, y siendo una era ninguna.
Entonces el deseo disparó su arco. Y la flecha del deseo partió la vida al medio, y la vida fue dos.
Los dos se encontraron y se rieron. Les daba risa verse, y tocarse también
1 comentario:
me encantó este breve relato, tiene la impronta de galeano, si es tuyo, no le va en menos, muy por el contrario, creo lo eleva, lo califica mejor aún
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